DEJANDO MEMORIA Y VIDA EN ESTE LUGAR

21 de enero de 2010

¿Qué se hace cuando el insomnio llama a la puerta?

Muchas veces me he preguntado por qué no puedo dormir durante la noche, mientras intento conciliar el sueño construyo miles de historias para darme una respuesta a mí misma, para después pensarla y repensarla hasta que llega ese punto de la noche donde caigo en los brazos de Morfeo y me duermo rendida. Hoy, mi teoría cambió, pero bueno, no fue precisamente hoy, más bien, este pensamiento ya lo venía trabajando desde hace algunas noches atrás, solo que no lograba consolidarlo por la gran ilusión que siempre da el que un milagro ocurra de repente y al fin, llegue ese halo anhelado que es el sueño. Durante mis insomnios, he hecho de todo, leer –por supuesto-, he organizado mi plan de trabajo para el día siguiente, y hasta he resuelto asuntos sentimentales mientras intento conciliar el sueño. He fumado, y bebido vino, he improvisado una cama en otro lado de la casa, -aunque me parece patético- he prendido la tele y he intentado ver películas. En una ocasión, terminé bañándome a la una de la mañana. Pero bueno, decía, hoy fue distinto, hoy, comencé a preguntarme cuántas personas estarán pegadas a su computadora, ó a un libro, ó a un cuaderno tratando de escribir algo, tratando de encontrar algo que siempre se han preguntado (igual que yo pero ellos/as no por el insomnio), ese pensamiento hizo que en automático dejara las cobijas, las deducciones y acertijos para venirme a escribir algo en mi computadora y heme aquí. Hoy, la respuesta a mi insomnio fue que seguramente me está llamando el muso inspirador para ponerme a escribir, y que lo mismo le sucede a los grandes escritores de todas las épocas, la musa o el muso, los despierta por ahí de la una de la mañana sin tener más remedio que levantarse y ponerse a escribir, porque de lo contrario, su castigo será no conciliar el sueño y quedarse despiertos hasta “esa hora maldita” en la que llega inesperadamente una sensación de sueño profundo, un relajamiento total del cuerpo, una sensación casi infantil de despreocupación que permite iniciar el viaje hacia el primer bloque de sueños. Es una hora en la que, si la baba se escurre, no tiene la menor importancia, sólo, existe la sensación de entrega a dormir. Esa hora, son las seis de la mañana, momento en que comienza a amanecer y los pajaritos alegres comienzan a cantar muy cerca de la ventana de uno, y el sol comienza a hacer su aparición, los vecinos abren y cierran puertas, prenden su carro, el gallo canta, los perros ladran, el camión del gas pasa religiosamente, (a veces el camión de la basura) y para colmo, suena la maldita alarma, y yo con los ojos pegados sin poderlos abrir. ¡Ese es el tormento de los que padecemos insomnio! Pero bueno, como decía, hoy no me siento sola en esa lucha contra el sueño porque quise pensar en que alguien por ahí en las profundidades de esta ciudad hay alguien sentado, pensando, leyendo, escribiendo, y seguramente lo que menos quiere es dormir, al contario, quisiera que la noche fuera eterna para poder escribir y leer a sus anchas sin la necesidad de incorporarse a las tareas de la vida diaria y que exige el día. ¿Por qué se hizo la noche para dormir? ¿A quién se le ocurrió? si es el momento más propicio para escribir, y reflexionar sobre nosotros mismos, algunos median, bueno, de hecho yo he meditado durante la noche y es la hora en la que se sienten todos los cambios de temperatura, por ejemplo justo a las 12 de la noche, he sentido que baja, y regularme los perros ladran (uuyyy), luego la temperatura se regula, y a las seis de la mañana vuelve a ocurrir lo mismo. Bueno, estas son las reflexiones de alguien que padece insomnio, hoy me dio por escribir, no quisiera pensar estar aquí mañana, prefiero estar plácidamente dormida en mi cama, aunque si el muso inspirador me vuelve a llamar no tendré más remedio que levantarme y ponerme a escribir. Por ahora, me voy a navegar por las profundidades de internet y me iré a la cama, justo antes de que los pajaritos comiencen a cantar.